Punt Diari octubre 2022

La finalidad del archivo de Lluís Benejam, que recientemente ha recibido el diploma de reconocimiento ciudadano de Figueres, es colaborar, sin ánimo de lucro, con personas o instituciones que realizan trabajos o exposiciones sobre el séptimo arte con la voluntad de facilitar las imágenes. Son muchas en las que sale acreditada su colaboración desinteresada. Incluso ha cedido material sobrante o duplicado a la Filmoteca de Catalunya y en la Filmoteca de Toulouse o la Filmoteca española.

Texto: Jordi Camps i Linnell
Fotografías: Manel Lladó

Tengo la historia del cine impresa
 
Lluís Benejam Buhigas (Figueres, 1954) conserva una cantidad ingente de material cinematográfico que guarda cuidadosamente en casa, en Capmany. De pequeño se aficionó a coleccionar programas y carteles de cine, pero fue a partir de 1995, coincidiendo con la celebración del centenario del cine, que empezó a configurar el Archivo-Colección que lleva su nombre y que es un referente para muchos cinéfilos y estudiosos. Es altruista y facilita sin ánimo de lucro lo que le piden. En su web www.archivocine.com ha volcado unas 70.000 imágenes y actualmente recibe unas 5.200 visitas al mes. Esto no es nada, no todo lo tiene documentado en la red, en la que para divulgarla mejor, periódicamente se dedica a confeccionar temáticas, sea de artistas, géneros o temas. Ha dedicado –y todavía lo hace– tantas horas que ha perdido la cuenta.
 
Sólo una auténtica pasión puede atender a tanta dedicación.
He dedicado un tiempo interminable. A partir de los 17 años fue cuando me cogió el interés por coleccionar programas de mano. Me cogió más fuerte a partir de 1995, en plena celebración del centenario del nacimiento del cine, cuando me di cuenta de que muchas salas de cine cerraban. Fue entonces cuando empecé a dedicarme a recuperar material que estaba olvidado.
 
¿De dónde lo conseguía?
Dirigiéndome de un cine a otro, manteniendo contacto con los propios empresarios, le hablo de los señores Agustí dels Ocine (antiguos Oscar), Giralt de Blanes, Camprubí de Figueres, Gubau del Moderno de Girona, en Olot... Entonces los cines diaponían de mucho espacio y acumulaban material con la idea de si volvían a proyectar una película recuperarían la información que habian guardado. Sin embargo, si era el caso, la distribuidora ya se encargaba de enviar nuevo material y aquellos carteles ya no se utilizaban nunca más. De esta manera, iban acumulando cajas y cajas en los almacenes. En el cine Ultònia, cuando cerró, me avisaron para que me llevara todo lo que creyera importante. Necesité dos furgonetas. Al día siguiente entraban las máquinas para tirarlo todo al suelo. Todo este material habría ido a la basura.
 
¿Y qué fin tenía de guardarlo?
A mí siempre me ha atraído el papel. Soy impresor, y es como una droga. Ver cómo se perdía me dolía y seguramente era una voluntad de remediarlo.
 
¿Se lo quedaba todo?
Cuando empecé a percibir que tenía mucha cantidad de material pensé en conformar un archivo de pelis premiadas en los Oscar y otro con el resto de películas. Tenía carteles, guías publicitarias (presbooks), fotocromos, programas de mano; después vinieron los vinilos, CD, diapositivas... Yo cuando me animo con algo...
 
¿Tiene un punto de obsesión?
Mira, esto me vino a raíz del trabajo, precisamente. Teníamos una empresa de impresión y yo ya era un obsesivo del trabajo; trabajaba incluso sábados y domingos, es lo que tiene ser autónomo. Tanto hasta el punto que tuve una depresión, estaba jodido. El médico me dijo que estaba demasiado obsesionado con el trabajo y que debía buscarme una afición, un hobby que me apartara del trabajo. Fui a una exposición de programas de cine en L'Escala y quedé horrorizado, de la manera que se había expuesto el material. Pienso qu hay que tener un respeto hacia las personas que vienen a visitar una exposición, pensé. Al comentarlo a Albert Estrada Vilarrasa, propietario de la editorial Ausa, que entonces era el presidente de las Bellas Artes de Sabadell, me dijo por qué no les preparaba una exposición para celebrar el centenario del cine con todo ese material que él sabía que yo guardaba. Y así fue que debuté exponiendo piezas que guardaba: una selección de los filmes premiados en los Oscar. Como no tenía suficiente material a partir de los años ochenta-noventa, me movilicé para encontrarlo. Y fue hablando con algunos empresarios de cine que me abrieron sus puertas.
 
Pero ¿dónde guardaba tanto material?
Primero lo guardaba en la empresa y en casa, en Figueres. Piensa que empecé poniendo carteles debajo del sofá, ¡y éste cada vez subía más arriba! [ríe]. Al ir a vivir a Capmany, ya pude tener más el espacio.
 
¡Y no lo han echado de casa?!
Bien, según mi mujer me quedé la mejor habitación, donde tengo el archivo. Eso sí, no me deja ampliar abajo.
 
¿Y de verdad no ha contado lo que tiene?
Paré de hacerlo al contabilizar unos 28.000 carteles. En la web debo de haber escaneado unas 70.000 imágenes, pero la red no da para más y debería pagar más por ampliarla. También es cierto que ya no es como antes, y hace tiempo que no se publican guías y no llegan pósters a los cines porque ya los proyectan digitalmente en las pantallas de taquilla. Todo este material ha pasado a la historia.
 
Coleccionar no es comprar o vender. Es crear memoria. Ésta es la máxima en la que se ha inspirado.
Sí, porque hay gente que acude a una subasta o tienda y se puede gastar 50.000 euros y formar una buena colección. Pero aquella persona no tendrá el mismo amor que puedo tener yo, como cuando una vez me encontré en uno de estos cines un cartel original de Lo que el viento se llevó y me puse a bailar, ¡de alegría! Una alegría loca, inmensa, porque no lo esperaba. Alguien que compra colecciones pienso que no puede alcanzar ese grado de alegría.
 
Y además de acumular memoria está el componente de transmitirla.
Mi propósito siempre ha sido ceder el material si alguien me lo pide. Para publicaciones incluso. He hecho muchas colaboraciones con el Instituto Cervantes de Madrid, cuando necesitan material. Por ejemplo, un estudioso de México preparaba un libro de películas mexicanas estrenadas en España y le dieron mi contacto. Lo primero que me dijo aquel hombre fue: “Bueno, ante todo dime lo que tengo que pagarte.” No le cobré nada. Más aún: cada día que escaneaba material para la web le enviaba lo que me iba encontrando de lo que el necesitaba. Ya puedes imaginar lo feliz que estaba. Acabamos estableciendo una amistad, hasta el punto de que ha estado en casa. A mí me gusta esto. Si realizas una transacción, allí se queda, en un cliente simplemente.
 
¿Cuál cree que es el valor de su colección?
Si lo valoramos por piezas, seguramente el mayor valor lo tienen los carteles y programas de mano de los años veinte. Pero creo que lo importante es el conjunto de la colección, que te permite encontrar relaciones, vínculos con otros títulos, incluso de películas desconocidas.
 
Pero no todo está en la web.
No, por supuesto. ¡Hay tanto material para documentar todavía! Y lo que he volcado en la web estará hasta que deje de pagar, de ahí la importancia de la continuidad, cuando yo ya no esté.
 
A quien le suele interesar el material de su colección.
Profesores que quieren realizar alguna tesis, de un tema concreto o de una actriz; alguien que quiera montar exposiciones, como la que se hizo de Fernando Rey, en Oviedo, una de cine español o aquella del CaixaForum Cine y emociones. Un viaje a la infancia; editoriales para ilustrarlo con alguna imagen concreta...
 
Y en la era digital, ¿cree que existe la necesidad aún de mantener un archivo físico y tangible como el suyo?
Creo que en cierto modo sí, en la web no lo encuentras todo. Tales como Cabezas cortadas, que se rodó en Sant Pere de Rodes y de la que tengo fotos de Fages de Climent, que fue el productor, o de un filme de Vicente Aranda rodado en el hospital de Figueres, Cambio de sexo , cuando todavía estaban las monjas y les escondieron el argumento, del que tengo guías, fotogramas y el cartel. Ramon Barnils me pidió las fotografías para ilustrar un artículo y se las facilité. De El caballero del dragón hicimos una exposición en Figueres para celebrar los veinticinco años del rodaje con la presencia de Fernando Colomo.
 
¿Qué espera del archivo colección?
Yo, si hubiera tenido dinero, me hubiera encantado montar un equipamiento con una biblioteca para poder consultar la información, un bar para poder tomar algo mientras se dan charlas y escuchar música, una sala de exposiciones y una pequeña sala de cine para hacer cinefórums.
 
Y cuando usted se canse o no esté, ¿no teme que toda esta tarea se pierda?
Sí me preocupa un poco la continuidad. No es inminente, ni hay prisa, pero estoy dispuesto a ceder de alguna forma y con algunas condiciones el archivo colección en su conjunto. Estoy dispuesto a hablar de ello, con alguien o algunos que quieran cuidarlos.
 
¿Con qué condiciones estaría usted dispuesto a cederlo o darlo?
Lo mejor sería encontrar una asociación o grupo de personas que amaran un poco el tema, e intentar llegar a un acuerdo para ir preparando el traspaso.
 
¿Y no habría alguna institución pública interesada?
Por lo que veo, no. Más bien creerán que les daría demasiado trabajo, vete a saber. Seguramente si se la diera, la aceptarían, pero el problema es que no habría garantía de que la colección se mantuviera unida. A mí me gustaría incluso por el recuerdo de mi familia que hubiera un espacio en el que se mantuviera el nombre, para que así los nietos supieran el trabajo que hizo el abuelo. Porque una vez te vas... En Madrid hay gente interesada, y también conozco a otros coleccionistas en la misma situación. Vete a saber si podríamos llegar a unirnos y hacer una donación conjunta. Hay un crítico que tiene una inmensidad de libros, revistas de todas las épocas, críticas y artículos... ¡y el sabe que cuando no esté todo eso irá al contenedor!
 
Qué grave. Porque usted considera que tiene un tesoro, supongo.
Para mí sí. Para otro serán las chapas de cava, claro, o un Scalextric. Todo empezó con una afición que fui creando y que he dedicado tanto esfuerzo. Lo quiero. Lo que tengo no son piezas superimportantes de mucho valor, pero en su conjunto tengo la historia del cine impresa. Por eso me sabría mal que después de años reuniendo tanto material e información hubiera sido para nada...
 
Dar o no valor a las cosas
La finalidad del archivo de Lluís Benejam –que recientemente ha recibido el diploma de reconocimiento ciudadano de Figueres– es colaborar, sin ánimo de lucro, con personas o instituciones que realizan trabajos o exposiciones sobre el séptimo arte con la voluntad de facilitar las imágenes. Son numerosas en las que sale acreditada su colaboración desinteresada. Incluso ha cedido material sobrante o duplicado a la Filmoteca de Catalunya y en la de Toulouse o en el Instituto Jean Vigo de Perpiñán. Pone como ejemplo una vez que ofreció 20.000 carteles duplicados a la filmoteca catalana, de los que se quedaron 4.700 carentes. Lo recuerda con cierta amargura, porque aparte de un agradecimiento oficial del director de la entidad cuando preguntó si le podían comunicar al entonces consejero de Cultura, Santi Vila, figuerense como él, a quien evidentemente conocía porqué había sido su alcalde, le hicieron saber que sólo se hacía en caso de que la donación fuera importante. “Pensé si 4.700 carteles que no tienes y te los encuentras de repente no es especial, ¿qué será?”. Le supo mal. Esto le llevó a reflexionar que cuando das algo y no le otorgas cierto valor, nadie te lo valora. No lo dice por el hecho de su labor sin ánimo de lucro, sino pensando en el futuro de su archivo colección, que en caso de encontrar a alguien interesado en asumir su relevo lo valore. "No estoy dispuesto a darlo así como así, porque dándolo no das valor", remarca.
Tinc la història del cine impresa
 
Lluís Benejam Buhigas (Figueres, 1954) conserva una quantitat ingent de material cinematogràfic que guarda curosament a casa, a Capmany. De ben petit es va aficionar a col·leccionar programes i cartells de cine, però va ser a partir del 1995, coincidint amb la celebració del centenari del cinema, que va començar a configurar l’Arxiu-Col·lecció que porta el seu nom i que és un referent per a molts cinèfils i estudiosos. És altruista i facilita sense ànim de lucre el que li demanen. Al seu web www.archivocine.com hi ha bolcat unes 70. 000 imatges i actualment rep unes 5.200 visites al mes. Això no és res, no tot ho té documentat a la xarxa, en la qual per divulgar-la millor, periòdicament es dedica a confeccionar temàtiques, sigui d’artistes, gèneres o temes. Hi ha dedicat –i encara ho fa– tantes hores que ha perdut el compte.
 
Només una autèntica passió pot atendre tanta dedicació.
Hi he dedicat un temps interminable. A partir dels 17 anys va ser quan em va agafar l’interès per col·leccionar programes de mà. Em va agafar més fort a partir del 1995, en plena celebració del centenari del naixement del cinema, quan em vaig adonar que moltes sales de cinema tancaven. Va ser aleshores que vaig començar a dedicar-me a recuperar material que estava arraconat.
 
D’on l’aconseguia?
Anant a un cinema i a un altre, mantenint contacte amb els mateixos empresaris, parlo dels senyors Agustí dels Ocine (antics Oscar), Giralt de Blanes, Camprubí de Figueres, Gubau del Modern de Girona, a Olot... Aleshores els cines eren molt grans i acumulaven molt material amb la idea de si tornaven a fer una pel·lícula. Si era el cas, però, la distribuïdora ja s’encarregava d’enviar nou material i aquells cartells ja no es feien servir mai més. Així, anaven acumulant caixes i caixes als magatzems. Al cinema Ultònia, quan va tancar, em van avisar perquè m’endugués tot allò que cregués important. Em van caldre dues furgonetes. L’endemà venien les màquines per tirar-ho tot a terra. Tot aquest material hauria anat a les escombraries.
 
I quina finalitat tenia de guardar-lo?
A mi sempre m’ha atret el paper. Soc impressor, i és com una droga. Veure com es perdia em feia mal i segurament era una voluntat de remeiar-ho.
 
S’ho quedava tot?
Quan vaig començar a percebre que tenia molta quantitat de material vaig pensar a conformar un arxiu de pelis premiades als Oscar i un altre amb la resta de pel·lícules. Tenia cartells, guies publicitàries (presbooks), fotocroms, programes de mà; després van venir el vinils, CD, diapositives... Jo quan m’engresco amb una cosa...
 
Té un punt d’obsessió?
Mira, això em va venir arran de la feina, precisament. Teníem una empresa d’impressió i jo ja era un obsessiu de la feina; treballava dissabtes i diumenges fins i tot, és el que té ser autònom. Tant fins al punt que vaig tenir una depressió, estava fotut. El metge em va dir que estava massa obsessionat amb la feina i que havia de buscar-me una afició, un hobby que m’apartés de la feina. Vaig anar a una exposició de programes de cine a l’Escala i vaig quedar horroritzat, per maldestra. S’ha de tenir un respecte per la gent que ve a una exposició, vaig pensar. En comentar-ho a l’Albert Estrada i Vilarrasa, el propietari de l’editorial Ausa, que aleshores era el president de les Belles Arts de Sabadell, em va dir per què no els preparava una exposició per celebrar el centenari del cinema amb tot aquell material que ell sabia que jo guardava. I així va ser que vaig debutar exposant peces que guardava: una selecció dels films premiats als Oscar. Com que no tenia prou material a partir dels anys vuitanta en amunt, em vaig mobilitzar per trobar-ne. I va ser exposant que alguns empresaris de cinema em vam obrir les portes.
 
Però on guardava tant material?
Primer el guardava a l’empresa i a casa, a Figueres. Pensa que vaig començar posant cartells a sota el sofà, i aquest cada vegada pujava més enlaire! [riu]. A l’anar a viure a Capmany, l’espai va créixer.
 
I no l’han fet fora de casa?!
Bé, segons la meva dona em vaig quedar la millor habitació, allà on tinc l’arxiu. Això sí, no em deixa ampliar a baix.
 
I de veritat no ha comptat el que té?
Vaig parar de fer-ho al comptabilitzar uns 28.000 cartells. Al web dec haver escanejat unes 70.000 imatges, però la xarxa no dona per a més i hauria de pagar més per ampliar-la. També és cert que ja no és com abans, i fa temps que no es publiquen guies i no arriben pòsters als cinemes perquè ja els projecten a les pantalles de taquilla. Tot aquest material ha passat a la història.
 
Col·leccionar no és comprar o vendre. És crear memòria. Aquesta és la màxima en què s’ha inspirat.
Sí, perquè hi ha gent que va a una subhasta o una botiga i es pot gastar 50.000 euros i formar una bona col·lecció. Però aquella persona no tindrà el mateix amor que puc tenir jo, com quan una vegada em vaig trobar en un d’aquests cinemes un cartell original d’Allò que el vent s’endugué i em vaig posar a ballar, d’alegria! Una alegria boja, immensa, perquè no m’ho esperava. Algú que compra col·leccions amb cèntims no pot arribar a aquest grau d’alegria.
 
I a més d’acumular memòria hi ha el component de transmetre-la.
El meu propòsit sempre ha estat cedir el material si algú me’l demana. Per a publicacions fins i tot. He fet moltes col·laboracions amb l’Instituto Cervantes de Madrid, quan necessiten material. Per exemple, un estudiós de Mèxic preparava un llibre de pel·lícules mexicanes estrenades a l’Estat espanyol i li van donar el meu contacte. El primer que em va dir aquell home va ser: “Bé, abans de res digue’m el que t’he de pagar.” Encara més: cada dia que escanejava material per al web li enviava el que m’anava trobant. Ja et pots imaginar com n’estava, de feliç. Vam acabar establint una amistat, fins al punt que ha estat a casa. A mi m’agrada això. Si fas una transacció, allà es queda, en un client simplement.
 
Quin creu que és el valor de la seva col·lecció?
Si ho valorem per peces, segurament el major valor el tenen els cartells i programes de mà dels anys vint. Però crec que el més important és el conjunt de la col·lecció, que et permet trobar relacions, lligams amb altres títols, fins i tot de pel·lícules desconegudes.
 
Però no tot es troba al web.
No, és clar. Hi ha tant material per documentar encara! I el que he abocat al web hi serà fins que deixi de pagar, d’aquí la importància de la continuïtat, quan jo ja no hi sigui.
 
A qui li sol interessar el material de la seva col·lecció.
Professors que volen fer alguna tesi, d’un tema concret o d’una actriu; algú que vulgui muntar exposicions, com la que es va fer de Fernando Rey, a Oviedo, una de cinema espanyol o aquella del CaixaForum Cine i emocions. Un viatge a la infància; editorials per il·lustrar-ho amb alguna imatge concreta..
 
I en l’era digital, creu que hi ha la necessitat encara de mantenir un arxiu físic i tangible com el seu?
Crec que en certa manera sí, al web no ho trobes tot. Com ara Cabezas cortadas, que es va rodar a Sant Pere de Rodes i de la qual tinc fotos de Fages de Climent, que en va ser el productor, o d’aquell film de Vicente Aranda rodat a l’hospital de Figueres, Cambio de sexo, quan encara hi eren les monges i els van amagar l’argument, del qual tinc guies, fotogrames i el cartell. En Ramon Barnils em va demanar les fotografies per il·lustrar un article i les hi vaig facilitar. D’El caballero del dragón en vam fer una exposició a Figueres per celebrar els vint-i-cinc anys del rodatge amb la presència de Fernando Colomo.
 
Què n’espera, de l’arxiu col·lecció?
Jo, si hagués tingut diners, m’hauria encantat muntar un equipament amb una biblioteca per poder consultar la informació, un bar per poder prendre alguna cosa mentre es fan xerrades i escoltar música, una sala d’exposicions i una sala de cinema petita per fer cinefòrums.
 
I quan vostè se’n cansi o no hi sigui, no té por que tota aquesta tasca es perdi?
Sí que em preocupa una mica la continuïtat. No és imminent, ni hi ha pressa, però estic disposat a cedir d’alguna forma i amb algunes condicions l’arxiu col·lecció en el seu conjunt. Estic disposat a parlar-ne, amb algú o alguns que en vulguin tenir cura.
 
Amb quines condicions estaria vostè disposat a cedir-lo o donar-lo?
El millor seria trobar una associació o grup de persones que estimessin una mica el tema, i intentar arribar a un acord per anar preparant el traspàs.
 
I no hi hauria alguna institució pública interessada?
Pel que veig, no. Més aviat deuen creure que els donaria massa feina, ves a saber. Segurament si els la donés, l’acceptarien, però el problema és que no hi hauria garantia que la col·lecció es mantingués unida. A mi m’agradaria fins i tot pel record de la meva família que hi hagués un espai on es mantingués el nom, perquè així els nets sabessin la feina que va fer l’avi. Perquè una vegada te’n vas... A Madrid hi ha gent interessada, i també conec altres col·leccionistes en la mateixa situació. Ves a saber si ens podríem arribar a unir i fer una donació conjunta. Hi ha un crític que té una immensitat de llibres, revistes de totes les èpoques, crítiques i articles... i sap que quan no hi sigui tot allò anirà al contenidor!
 
Quin greu. Perquè vostè considera que té un tresor, suposo.
Per a mi sí. Per a algú altre seran les xapes de cava, és clar, o un Scalextric. Tot va començar amb una afició que vaig anar creant i que hi he dedicat tant d’esforç. L’estimo. El que tinc no són peces superimportants de molt valor, però en el seu conjunt tinc la història del cinema impresa. Per això em sabria greu que després d’anys reunint tant material i informació hagués estat per a no res...
 
 
Donar o no valor a les coses
La finalitat de l’arxiu de Lluís Benejam –que recentment ha rebut el diploma de reconeixement ciutadà de Figueres– és col·laborar, sense ànim de lucre, amb persones o institucions que realitzen treballs o exposicions sobre el setè art amb la voluntat de facilitar-los imatges. Són moltes en què hi surt acreditada la seva col·laboració desinteressada. Fins i tot ha donat material sobrant o duplicat a la Filmoteca de Catalunya i a la de Tolosa o a l’Institut Jean Vigo de Perpinyà. Posa com a exemple una vegada que va oferir 20.000 cartells duplicats a la filmoteca catalana, dels quals se’n van quedar 4.700 que no tenien. Ho recorda amb una certa amargor, perquè a banda d’un agraïment oficial del director de l’entitat quan va preguntar si li podien comunicar a l’aleshores conseller de Cultura, Santi Vila, figuerenc com ell, a qui evidentment coneixia perquè havia estat l’alcalde, li van fer saber que només es feia en cas que la donació fos important. “Vaig pensar si 4.700 cartells que no tens i te’ls trobes de cop no és especial, què deu ser-ho?” Li va saber greu. Això el va portar a reflexionar que quan dones una cosa i no li atorgues un cert valor, ningú t’ho valora. No ho diu pel fet de la seva tasca sense ànim de lucre, sinó pensant en el futur del seu arxiu col·lecció, que en cas de trobar algú interessat a assumir-ne el relleu ho valori. “No estic disposat a donar-ho així com així, perquè donant-ho no hi dones valor”, remarca.

En el PDF encontrará el artículo publicado el Punt Diari. Octubre 2022

 

  Artículos publicados en la prensa      Difusión en la Prensa y TV

 
 

Deja un comentario

Asegúrate de llenar la información requerida marcada con (*). No está permitido el Código HTML. Tu dirección de correo NO será publicada.

Top