El hombre de la máscara de hierro
Ir al apartado de los 3 Mosqueteros en la gran pantalla

La identidad del hombre de la máscara de hierro es un misterio que sigue sin resolver al día de hoy. Alejandro Dumas, quien en el siglo XIX, en su novela El vizconde de Bragelonne, se ocuparía del asunto. Narra que el «hombre de la máscara de hierro» probablemente era un hermano gemelo de Luis XIV de Francia, que disputaría su derecho al trono; a lo que le añadió la imaginación popular al asunto. Con esta novela Alejandro Dumas culmina la historia de los mosqueteros y presenta la de El hombre de la máscara de hierro; al contrario de lo que se cree, la historia de este hombre no tiene la mayor influencia en el argumento de Los Tres Mosqueteros; inclusive en muchos países ha sido presentada como historia independiente, no siendo así para Dumas. Fue escrita con la colaboración de Auguste Maquet.
Desde el siglo XVII muchos historiadores han generado numerosas teorías sobre la identidad y existencia del famoso prisionero sin rostro de Francia. De acuerdo a los documentos oficiales de la Francia del siglo XIV, este hombre fue condenado a prisión en 1669 en la fortaleza de Pignerol (actual Pinerolo, Italia). Luego, en 1681, fue llevado al Fuerte Exilles en el Valle de Susa, Piamonte, en el Norte Italia, en 1687, vuelve a ser trasladado, a la fortaleza de la isla de Santa Margarita. En esta isla se le mantuvo prisionero durante 11 años, hasta que fue enviado a la Bastilla, París, lugar en el que falleció en 1703. De acuerdo a los documentos, solo dos testigos llegaron a ver al prisionero de la máscara de hierro, además de los oficiales carceleros.
Según los registros, se sabe que el hombre usó una máscara de hierro durante casi toda su condena hasta que estuvo en la isla de Santa Margarita. Posteriormente, con el último traslado que tendría hacia la Bastilla, esta máscara es reemplazada por una de terciopelo negro. Además de tener que usar la máscara como parte de su condena, este prisionero no debía comunicarse con absolutamente nadie, cumpliendo así un voto de silencio impuesto.

La máscara de hierro (1939). Notable adaptación que sigue unas pautas muy similares a la versión rodada diez años antes por Allan Dwan. En este caso dirige el gran James Whale, prestigioso director tras su impactante El doctor Frankenstein. Entre el reparto destaca la bella y siempre enigmática Joan Bennett en el papel de la princesa Maria Theresa. El tono romántico del relato tiene como contrapunto un sentido de la acción bastante dinámico para su época.


La máscara de hierro (1977). Mike Newell, responsable de la exitosa Cuatro bodas y un funeral, dirigió, bastantes años antes, esta versión de la famosa obra de Alejandro Dumas para la pequeña pantalla que luego se pudo ver en la gran pantalla. El filme difiere sustancialmente de la novela, ya que prescinde de los tres mosqueteros y se centra sólo en la figura de D'Artagnan, ayudado por Colbert, personaje que en el libro era su adversario. Richard Chamberlain, conocido por su trabajo en El pájaro espino, es el encargado de dar vida al rey Luis XIV, mientras que a D’Artagnan lo interpreta el galán francés Louis Jourdan.

La máscara de hierro (1998) dirigida por William Richert. Rodada el mismo año y con el mismo título que la protagonizada por Leonardo DiCaprio, esta película está considerada una de las peores adaptaciones del clásico de Alejandro Dumas. Menospreciada por crítica y público, la película es, además, una de las pocas aventuras como director y guionista del actor norteamericano William Richert.

El hombre de la máscara de hierro (1998) es una película escrita y dirigida por Randall Wallace e interpretada por Leonardo DiCaprio, Jeremy Irons, John Malkovich, Gabriel Byrne, Gérard Depardieu, El film muestra cuatro mosqueteros crepusculares. D’Artagnan se debe al Rey Luis, pese a su evidente tiranía; algo irracional, que sus antiguos compañeros de armas no entienden. Aramis, hombre de Dios, se ve llamado a la acción por amor a Francia. Porthos, libertino y mujeriego, ve cómo su vigor se va; y aunque sea a través de un humor demasiado zafio, da qué pensar este hombre abocado al suicidio cuando le faltan los deleites carnales. Finalmente está Athos, que sufre la pérdida de un hijo, de la que culpa a D’Artagnan.