Encesa literaria

    

 

Del papel al bit

Convendría argumentar este perfil de Lluís Benejam. No es una entrevista, es más bien una pincelada, la de una persona que habla poco y prefiere mostrar su hacer.
 
   Nos citamos en su lugar de trabajo, una imprenta. Pasamos todo nuestro tiempo de conversación sentados frente a un ordenador, en cuya pantalla se sucedían imágenes del Archivo–Colección que lleva su nombre.
   La tarde de nuestro encuentro, llovía. El cielo quería sumarse a un recuerdo común, el de nuestro amigo Martí Amiel, el cielo no quiso esperarse y le llamó un día sin previo aviso, ahora debe andar contándole a San Pedro su particular visión del tiempo. Sí, así es, nuestro común amigo, nos presentó en el local de su relojería, en la Rambla de Figueres.
   ¿Estoy perdiendo el hilo argumental?
   Me respondo: era necesario este inciso.
   Volvamos al relato.
   Decía. Aquella tarde del mes de marzo, el cielo desprendía tristeza y el ulular del viento acompañaba su pena. Era una tarde, en definitiva, que apetecía entrar en un cine y sumergirse en el sueño de la sala oscura ydejarse transportar por la ficción dramática que emula a la vida o viceversa. Por el contrario, aquella tarde entré en un local bien iluminado, un lugar en el que la palabra y la imagen se plasman en un papel hasta convertir elproceso de creación en una obra gráfica, forjada, eso sí, en un sistema binario. Se inició nuestro conversación recordando a Martí y proseguimoshaciendo memoria divulgativa del séptimo arte.
   Bien, ya hemos situado la acción y el lugar. Todavía no hemos dado ni un solo dato biográfico de Lluís Benejam: Comenzó a trabajar en el oficio de impresor a los 14 años, en la imprenta Trayter, de Figueres, en la que entre otros trabajos, reimprimían la parte trasera de los programas de mano con la programación de las películas que se exhibían en las salas cinematográficas.
   Sus páginas reproducían una imagen, casi siempre coincidente con la de su cartel anunciador, que por sí misma tenía que seducir e invitar a la lectura al espectador que acababa de sumergirse en la sala de los sueños. Los programas de mano no eran uniformes, los había de todas las medidas, incluso troquelados.
   Un punto y aparte, para comentar la utilización como propaganda política de estos programas de mano. Acabada la Guerra Civil, en la parte posterior se imprimían consignas como Arriba España, Viva Franco o Año de la Victoria. Contemplados y leídos con nuestra mirada de hoy, esos programas de mano son la memoria gráfica de un tiempo histórico gris, de represión y silencio, en el que la sala oscura de los cines de barrio y doble sesión permitían evadirse de la dura realidad y soñar con los ojos abiertos.
   Recuperemos el hilo conductor.
   Lluís Benejam inició su archivo coleccionando estos programas de mano. El paso del tiempo amplió el fondo con carteles, guías publicitarias, foto-cromos, documentales, vídeos, DVDs, CDs, discos de vinilo, murales o libros, en resumen, todo lo relacionado con el mundo del cine. En este presente, el archivo-colección es un espacio real, en el que se guarda todo el material recopilado con el paso de los años y, un espacio virtual dedicado a la consulta, donde el aficionado, el estudiante o el erudito pueden ver, leer y pasear por la historia del séptimo arte.
   Ahora, en nuestra particular máquina del tiempo, nos dirigimos a un pretérito pluscuamperfecto: era el año 1982 y Lluís Benejam había presentado su primera exposición de Programes de Cinema, en la sala de exposiciones de “la Caixa” en Figueres. De ahí, sin salir de la ciudad y sin cambiar de década, nos detenemos en otra exposición de programas de mano, esta vez, en el Museu de Joguets (1985). Fue la aportación del coleccionista, para la recuperación de la sala Edison, con la intención de que se instalara en ella el Museu del Cinema; museo que finalmente se ubicó en Girona y cuyo fondo principal es la colección de Tomàs Mallol.
   Como viajeros a través del tiempo, encadenamos una serie de fundidos en los que contemplamos fotogramas de las distintas exposiciones en las que ha participado nuestro coleccionista. Los fotogramas darían para escribir más de un artículo. No disponemos de tanto espacio, metraje de nuestras palabras debe ajustarse a los diez mil caracteres. No obstante, debemos incidir en el punto de inflexión de esta historia.
   Nos encontramos en el año 1995, el año del centenario de la invención del cine por hermanos Lumière. LaAcadèmia de Belles Arts de Sabadell le encargauna exposición a Lluís Benejam dedicada a “Els òscars de Hollywood”. El encargo obligó al comisario de la exposición, a buscar más material, para completar el relato expositivo, por las despensas de las salas de cine. Su búsqueda la resumió, Lluis Benejam, en la guía impresa del Archivo-Colección que lleva su nombre: “Fui a visitar distintos empresarios de cine por si me podían facilitar material necesario para completar la exposición. Y estoy agradecido a muchos de ellos ya que me dieron el material que necesitaba y además descubrí un mundo que desconocía. La despensa de los cines. Eran salas repletas de carteles, guías, carteleras...”
   En un principio Els òscars de Hollywood estuvo en cartel del 19 de septiembre al 2 de octubre de 1995, en la ciudad de Sabadell, de allí, viajó a Vilafranca del Penedès, Sant Hilari Sacalm, Bescanó, Capmany y Figueres. Podemos imaginar a nuestro coleccionista convertido en comisario de exposiciones y puntualizando su tarea a golpes de diccionario: Archivo de cine: Institución o parti cular que colecciona y conserva material de cine. Coleccionista: Persona que colecciona. Coleccionismo: Hecho de coleccionar sistemáticamente objetos de un interés histórico o artístico. Ahora bien, la idea de Lluis Benejam no parece ser la de acumular objetos por el placer de hacerlo, él expone: ”En los años 90 empezaron a funcionar las multisalas y muchos cines antiguos iban cerrando por la imposibilidad de poder competir con estos recién llegados y eso significava la destrucción de la mayoría de material que durante años habían ido guardando. Al comprobar la destrucción que se hacía del material surgió en mi un sentimiento de salvaguardar dicho material y eso me motivó empezar un archivo de cine”. Ese afán de preservar la memoria del cine convierte al archivo en un fondo documental en el que aprender.
   Tras lo programas de mano, que ya hemos comentado en que consistían, conviene comentar los otros formatos y objetos salvados del olvido: un cartel es una hoja grande creada para ser fijada en espacio públicos, se utilizaba para anunciar las películas y, hasta finales de los años 70, su edición era sufragada por los distribuidores de cada país, lo que propició una riqueza artística y personalizada de los carteles según el país en el que se distribuía la película.
Las guías publicitarias o pressbooks eran el material que las distribuidoras facilitaban a los críticos cinematográficos y a los empresarios de las salas de exhibición: contenía una ficha técnica y argumental de la película. La materia prima que se utilizaba era el papel, materia que ha sido sustituida por soportes digitales que dada su capacidad de almacenaje contienen mucha más información.
   Los fotocromos o lobbycards era hojas en las que se podían contemplar alguna escena de la película y se dejaban en la entrada de los cines. Del género documental o de los soportes VTR (vídeo o dvd), TV, discos de vinilo y Cds poco que añadir al lector que no sepa, tampoco haré mención a los libros dedicados al cine.sena biografías o sesudos ensayos, merecería citarse los libros de guiones literarios, pero, pensando que muchas de las narraciones fílmicas son adaptaciones de obras literarias, prefiero invitar al lector a que lea, por ejemplo, Doctor Zivago, de Boris Pasternak y acto seguido se sumerja en el guión literario de su adaptación cinematográfica para continuar con una tarde de cine visionando la película y completar la experiencia con una navegación por el archivo de Lluis Benejam. Le aseguro al lector, al espectador y al internauta que vivirá una experiencia de aprendizaje completa.
   Me quedan por mencionar los murales: se colocaban sobre las puertas de los cines, bien iluminados para que pudiesen verse desde lejos. Destaca en la colección de Lluis Benejam, los murales del artista A. Borja, de 2 x 3 m aproximadamente, que pintaba a mano a principios de los años 60 del pasado siglo. El artista alicantino cobraba por cada mural alrededor de 100 pesetas, unos 0,60 €, actuales. Muchos artistas son valorados una vez pasado su tiempo, mientras viven crean y nos dejan el testimonio de su creación en sus obras, lo demás, parece no importar.
   Antes de pasar al desenlace de este argumento, necesito buscar en mi memoria, aquel tiempo de mi juventud temprana, en el que era asiduo a las salas de cine, un tiempo en el que nuestros sueños se construían, en parte, con las películas deArte y Ensayo que íbamos a ver: en la taquilla del cine, con la entrada, la taquillera adjuntaba una cuartilla, en la misma, figuraba someramente la sinopsis argumental de la película, que invariablemente se proyectaba en versión original y con subtítulos en castellano. Cuando nos pusimos al día en el visionado de ”To be or not to be”, de Lubitsch o ?“El Gran Dictador”, de Chaplin, iniciamos el viaje de nuestra educación fílmica con la Nouvelle Vague y, así, tras “Los 400 golpes” de Truffaut, entre otros, descubrimos a Rainer Werner Fassbinder en “Las amargas lágrimas de Petra von Kant, El matrimonio de María Braum o Berlín Alexanderplatz.” Aquella educación, de jóvenes en busca de su destino, nos llevó a organizar un cine club de barrio, en el que la épica de “Por quién doblan las campanas” nos permitió visionar y analizar películas, muy anteriores a nuestro nacimiento. También, cuando quisimos compartir nuestro incipiente aprendizaje proyectando “Los olvidados”, de Luis Buñuel, aprendimos varios significados, el primero incomprensión de los asistentes a la proyección, aprendimos en qué consistía la desigualdad y sus consecuencias. Vimos mucho cine y conforme nos íbamos haciendo mayores, elArte y Ensayo se fue difumando, como nuestra juventud, hasta fundir a negro.
   Ahora, que voy muy poco al cine viene a mi memoria el estribillo de una canción de Luis Eduardo Aute:
“Cine, cine, cine,
más cine por favor,
que toda la vida es cine
y los sueños
cine son”.
 
   Y, de esta guisa, recuerdo la tarde que pasé con Lluis Benejam. Antes de despedirnos me dio la guía impresa de su archivo. Le pregunté por un viejo mueble que tenía, a modo de atrezzo, en el que se guardaban los plomos que utilizaban los cajistas de las viejas linotipias. Nos dirigimos a la puerta de salida y en la calle, el cielo había dejado de llorar. Caminé despacio. Cuando llegué a casa leí un artículo de Sebastià Roig, en el Diari de Girona: “Tenim gent noble i idealista que, quan se’ls regira la testa, són capaços de deixar-se la salut en tasques grandioses”. Estas palabras publicadas el 22 de abril de 2009 definen a la persona generosa que es Lluis Benejam y a cuyo trabajo se puede acceder a través de su portal informático: www.archivo cine.com.
 
Juan Jesús Aznar
Periodista

REVISTA ENCESA LITERÀRIA -  Ediciones Cal·ligraf
 

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